Resumen del libro
En 1936 España saltó en pedazos. No hubo dos Españas, sino
miles. Y buen ejemplo de ello es la vida y trayectoria de Carlos González
Posada. En el verano de aquel año, su vida y sus sueños se vinieron
abajo.
Carlos González Posada (en adelante Carlos Posada) era un ser afortunado hasta entonces. Pertenecía a una familia acomodada, siendo hijo de Adolfo González Posada, quizá el más eminente jurista de la primera mitad del siglo XX. Estudió en la Institución Libre de Enseñanza y disfrutó de una educación excepcional. Realizó viajes y estancias en Inglaterra, Francia y Alemania. Fue Letrado en Cortes y funcionario del Instituto Nacional de Previsión. Recibió con esperanza la llegada de la II República: por fin España tendría la modernización que merecía, por fin sería lanzada al progreso del que disfrutaban otros países en Europa. Pero entonces, Julián Besteiro, líder socialista e íntimo amigo de la familia marcó su destino: lo designó como secretario personal durante las Cortes Constituyentes.
La República inició su marcha y, progresivamente, Carlos Posada fue mostrándose más moderado. Enemigo de radicalismos, criticó tanto los extremismos de las izquierdas y las derechas. Pero llegó verano de 1936. Fue entonces, en el Madrid republicano donde le sorprendió el golpe de Estado, cuando comenzó a escribir el Diario de la Revolución y de la Guerra.
El Diario de Carlos Posada es un documento único, algo que une pasado y presente, demostrándonos que la Historia está unida a la carne más auténtica de la realidad. Su autor comenzó a redactarlo en noviembre de 1936, tratando de escapar del tormento e impresiones de un Madrid violento y asediado. No lo escribió para nadie: lanza sus letras sobre el papel para huir de una realidad que detesta y no puede cambiar, para encontrar explicación a un mundo que se tambalea, como sus sueños.
Así, los Diarios son un documento inédito y excepcional sobre la guerra civil. El autor es el protagonista y, día a día, vierte en ellos sus impresiones, sus reflexiones sobre lo que está sucediendo. Es un documento íntimo, que no quiere convencer: muestra los pensamientos más íntimos de una clase media entre dos mundos, entre la voluntad de progreso, de reforma moderada, y la necesidad de orden y ley.
A lo largo de sus ocho cuadernos, Posada narra su historia íntima de la guerra civil. Los dos primeros están dedicados a sus vivencias en el Madrid republicano, y a su huída a Francia. Tras casi un año en San Juan de Luz, donde se encontraba el resto de su familia, pasa a «zona nacional» con la voluntad de colaborar con el «Nuevo Estado». Pero las sombras de su pasado reformista cubrirían su destino: a comienzos de 1938 solicita su reposición en los cargos que desempeñaba antes del golpe de Estado. Entonces, obtiene de la burocracia franquista el silencio: pasan los días y los meses y, a pesar de sus buenas amistades, no logra recuperar sus cargos. Mientras tanto, el Diario prosigue su marcha. Sus palabras dibujan el pulso de la retaguardia, las conversaciones con amigos, los miedos, opiniones sobre la marcha de la guerra, los nuevos políticos o del crítico panorama internacional de una Guerra Mundial que se avecina. Comienzan también las decepciones con la España franquista: su paso por la Prisión de Ondarreta, producto de una denuncia anónima, evidencia que, en la «Nueva España», no puede ser vencedor. Poco a poco, su desilusión frente a su futuro y al de España es cada vez más evidente. La guerra civil llega a su fin, como las ilusiones de Carlos Posada: derrotado, en sus últimas líneas confiesa su voluntad de permanecer en silencio, pasar desapercibido y, dentro de lo posible, pasar lo que le queda de vida.
La historia de Carlos Posada no es, en ningún sentido, la historia de la guerra civil. Pero su vida, experiencias y reflexiones más íntimas reflejan, desde una perspectiva íntima y sincera, el destino de una de las muchas Españas vencidas que, después de 70 años silenciadas, llegan por fin a nosotros, descubiertas hace tan solo 2 años, en un cajón de un escritorio en la casa en Londres de su hija única, Lucila González Posada Pellico. |
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